miércoles, 18 de noviembre de 2009

La prensa española refleja situaciones tan parecidas a la Argentina

Por Ernesto Tenembaum

Dice uno:

“Entre los muchos síntomas de enloquecimiento que en los últimos tiempos presenta el Gobierno (deberían prohibirse las segundas gestiones porque en ellas todos los Presidentes pierden el norte, cuando no el juicio), hay uno al que se presta poca atención y que a mí me parece de los más graves, por lo que significa y deja traslucir: nada menos que el más absoluto desprecio por la democracia”.

Dice el otro:

“Desengañémonos: la verdad es que en este país el debate intelectual sigue siendo casi imposible.
Me refiero al debate intelectual civilizado, a la pública discusión de discrepancias acerca de un asunto concreto... La cosa no es de ahora, claro está, sino de siempre o de casi siempre, y si hubiera que buscarle una sola causa..., supongo que lo más fácil sería encontrarla... en la suntuosa tradición de intolerancia que nos aqueja... La tolerancia consiste en no confundir un error intelectual con un error moral.

En otras palabras, usted y yo podemos discrepar en todo, pero ni usted ni yo somos por ello unos hijos de puta: lo que ocurre es sólo que uno de los dos está equivocado o que uno de los dos está más cerca de la verdad que el otro. Usted tiene derecho a pensar, digamos, que el Gobierno está afrontando de forma eficaz la situación y yo tengo derecho a pensar que no, pero yo no tengo derecho a pensar que usted piensa lo que piensa porque el Gobierno le ha prometido una subsecretaría y usted no tiene derecho a pensar que yo pienso lo que pienso porque me vendí a la derecha”.

Como el lector agudo sabrá, cuando al narrar un hecho se omiten datos precisos –el autor, la fuente, el país al que se refieren, los nombres propios– los textos suelen ser parte de un juego: no se refieren a lo que parece sino a otra cosa.

En los dos que preceden no tratan sobre la Argentina. Si usted los hubiera visto tal como salieron publicados se enteraría de que fueron publicados, ambos, en El País Semanal, y firmado por Javier Marías, el primero –el que habla del “absoluto desprecio del Gobierno por la democracia” o de lo locos que se ponen los presidentes en el segundo mandato, que en el texto original se menciona como “segunda legislatura”–, y por el popular novelista Javier Cercás el segundo –donde se refiere a que no por pensar distinto uno u otro son unos hijos de puta–.

En las últimas semanas, es divertido leer la prensa española, por cómo refleja una cadena de situaciones tan parecidas a la Argentina.


En ese sentido, el texto más interesante, a mi entender, fue escrito por Milagros Pérez Oliva, la defensora de los lectores de El País, como consecuencia de una situación que, supongo, a usted le resultará conocida.

Resulta que el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero resolvió quitarle la concesión del fútbol pago al grupo Prisa, del cual el diario forma parte y fue, también, origen.

Imaginen el lío que se armó. En un momento, los lectores empezaron a enviar cartas a El País, recriminándole al diario que subordine su línea editorial a la defensa de intereses empresarios. Pérez Oliva le trasladó la preocupación al director del diario, cuya respuesta no satisfizo a muchos otros lectores.

Entonces, Pérez Oliva escribió un texto muy útil para tratar de entender cómo debería ser la relación entre los periodistas y las empresas donde trabajamos, en momentos donde éstas ven afectados o necesitan defender sus intereses, son beneficiadas o perjudicadas por un gobierno.

Así escribió:

“Nada hay más importante para un diario que la fidelidad de sus lectores. Por eso considero que sería un error pensar que todo este malestar obedece a una campaña externa destinada a erosionar la imagen del diario, aun cuando es obvio que otros medios intentan incidir en la polémica o amplificarla en su beneficio". El director negó en su respuesta a la Defensora, que se hubiera producido un giro editorial y que la mayor intensidad de la crítica a Zapatero obedeciera a una agenda oculta... Pero está claro que si tantos lectores han interpretado lo contrario, algún error se ha cometido.

“En el núcleo de la cuestión está el hecho de que El País forma parte de un gran grupo mediático que, como todos los operadores de comunicación, tiene intereses económicos y empresariales. En ningún momento los ha ocultado, y eso supone un ejercicio de transparencia. No debería ser penalizado por ello. Pero conviene que quede claro que el diario no está al servicio de esos intereses. Si en algún momento los lectores han percibido lo contrario, algo ha fallado en las formas o en los tiempos.

“Una vez que se ha instalado la sospecha, la única forma que tiene El País de combatirla es demostrar cada día su independencia. El diario lo hacen sus periodistas, y los intereses empresariales no deben interferir en su trabajo, ni siquiera subliminalmente. Eso es lo que los lectores que me han escrito reclaman con vehemencia. Quieren seguir teniendo un diario en el que poder confiar".

"Es inevitable que a veces se produzcan tensiones entre diferentes intereses. Cuando eso ocurra, cada uno ha de tener muy claro a quién debe su primera lealtad. La primera lealtad de los periodistas debe ser para con los lectores. Y las empresas de comunicación saben que la mejor forma de defender sus intereses es precisamente respetar que la primera lealtad de sus periodistas sea para con los lectores, es decir, con la verdad”.

No sólo hay gente que cree que el gobierno enloqueció, el gobierno afecta los intereses de un grupo de comunicación (cercano, por otra parte), el negocio en el que se mete es en el del fútbol pago, hay personas que están hartas de que el debate público esté plagado de sospechas, y los periodistas discuten su relación con las empresas donde trabajan.

No es sólo eso.

La primera plana de todos los diarios, en estos días, se ocupa de un asunto muy conflictivo. El Poder Ejecutivo está manejado por una mujer. Su vice está harto de ella. El tipo dice que lo espían. No sólo eso. Cuando le preguntan por Zapatero, dice que hay que echar “al peor presidente de la historia de España”. El lugar es Madrid. La mujer a cargo del Ejecutivo es Esperanza Aguirre. Y el hombre se llama Cobo, así, sin la ese: Manuel Cobo.

Dicho sea de paso, la ofensiva destituyente también llegó a España. Con todas las letras. Luego de la derrota del socialismo en las últimas parlamentarias, en los momentos del festejo, las huestes derechistas coreaban, una y otra vez:

–¡Des-ti-tu-ción! ¡Des-ti-tu-ción!

Ni De Angeli se animó a tanto.

Hay algo en lo que no nos parecemos. Ellos hablan y escriben mejor que nosotros. O será que cada quien ve más verde el jardín del otro. No lo sé. Pero vean, como ejemplo, este parrafito de Cercás:

“Lo normal en España es que el debate público no se dé (o, lo que es lo mismo, que se reduzca a un conjunto de improperios de taberna mascullados entre cerveza y cerveza) y, si se da, que acabe pareciéndose a una reyerta de chulos o un combate de astados dispuestos a dirimir a hostia limpia quién de los dos es más macho.

Todo lo demás, dejémonos de pamplinas, se nos da mal. Tan mal que, cuando por un milagro se produce, todos lo seguimos con recelo, como una excentricidad o, mejor dicho, como una mariconada de nenazas hipócritas: para nosotros, un debate intelectual consiste en triturar personalmente al adversario para no tener que tomarse la molestia de discutir sus ideas”.

Improperios de taberna.

Hostia limpia.

Reyerta de chulos.

Mariconada de nenazas hipócritas.

Cuántas palabras.

Qué envidia.

Fuente: El Argentino.com

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